Gastronomía
Son dignas de mencionarse las tradicionales “roscas de San Ginés”, las cuales se van depositando en las andas del Santo Patrón cuando es llevado a su ermita, subastándose al concluir la procesión, siendo vieja la costumbre de guardarlas durante todo el año como amuleto propiciatorio para que no falten alimentos en la casa, sobre todo en años de escasez. También para el día 2 de febrero se habrán de tomar los “roscos de la Candelaria”, que son llevados a bendecir a la iglesia por los niños en pequeños cestos adornados con cintas de colores.
Sabiote prepara también en sus fogones los tradicionales guisos farináceos provinciales, tales como los populares “andrajos”. La masa sobrante suele freírse a modo de unas tortillas sin huevo. Otro popular guiso farináceo sabioteño es el “ajoharina”, plato que hunde sus raíces primeras en los pultes romanos y en la posterior sajina árabe, sin que hayan de olvidarse en este capítulo las omnipresentes y camperas “migas de pan”, acompañadas de torreznos, chorizos, rabanillos, aceitunas y frutas tales como las uvas y el melón.
Posee Sabiote otros guisos peculiares en sus nombres y en sus ingredientes, como la “sopa de pelo liebre”, que así llaman aquí a la sopa de tomate, o la “ensalada sabioteña”, que lleva entre sus ingredientes trozos de pepino, melón, naranja y tomate, aderezada con aceite de oliva, ajos picados, orégano, sal y vinagre; o la llamada “ensalada de gazpachos”, en la que al aguasal, aceite y vinagre que la componen se le agrega cebolleta picada y pan tostado. Peculiar, y farináceo también, es el “ajete”, modesto plato picante de La Loma hecho con un sofrito de verduras, trabado con harina y coloreado con pimentón, reliquia de la cocina de otros tiempos de carencias.
Entre los platos de diario, además del muy popular “puchero”, al que en Sabiote se llamó viudo cuando las escaseces los privaba de carne, hay que contar con el “arroz cortijero”, sin otro acompañamiento, además de los aderezos, que el de unas modestísimas patatas picadas, pero que cuenta con el inolvidable sabor de los platos de factura sencilla.
Entre las tortillas, muy sabrosa es la de berenjenas, heredada de la cocina andalusí; y entre los potajes, el muy penitencial y semanasantero de panetes –albóndigas hechas con miga de pan y trocitos de bacalao sin raspa–, que aquí se conoce como “cazuela de panetes”.
Y así, la relación de los platos tradicionales de esta villa se nos haría interminable. Citaremos sólo algunos como los garbanzos “mareaos” o morrococo, las “papas fritas a tó montón”, las “papas en caldo” y el “guisao de papas”, el arroz con pollo, el bonito en escabeche, la pescada en blanco, el pisto, la coliflor emborrizada, la “cocina berza”, la carne con tomate, el bacalao frito, las tortillas de habas, espárragos o “papas”, los ajos de collejas o de espinacas, la sopa en ajo, los picatostes, los espárragos en vinagrillo, la ensalada berza, los alcauciles cocidos, los “casamientos”, o los hornazos.
De la dulcería sabioteña dignos de tenerse en cuenta son los “roscos de blanquete” –o roscos blanquetes–, de gran tradición morisca, compuestos con una suave masa de aceite, harina y huevo, cocida y cubierta de una frágil capa hecha con azúcar, clara de huevo batida y un chorreón de limón, que se deja secar al sol, tomando entonces consistencia sólida el baño blanco o blanquete. Otros dulces tradicionales son los borrachuelos, normales o aperdigonados, las perrunas, los canelos, los polvorones, los empolvados de aceite y los de manteca, los mantecados de aceite y los manchegos o del hoyo, las flores, las magdalenas, el bizcocho de gallegas, las empanadillas, las galletas caseras y una infinidad de roscos: de gachamiga, de trenza, de ajonjolí, de clavo, de aguardiente, de cucharilla y los rosquillos fritos.
Finalmente, el rito del tapeo es uno de los mayores placeres para el sabioteño. Tomarse refrigerio en cualquiera de sus bares saboreando una suculenta tapa o ración de las distintas especialidades de la cocina local se ha convertido también en uno de los mayores atractivos para el visitante. Papas a lo pobre, picadillo de chorizo, carne con tomate, morcilla, pinchitos, gambas a la plancha, y caracoles en primavera, son algunos de los deliciosos manjares que podremos degustar.